jueves, 26 de agosto de 2010

Día 19 – P.N. Corcovado (Estación Biológica Sirena) 16/08/10

La mañana se presentaba despejada, después de haber estado toda la noche lloviendo. Esto podía ser buen presagio para ver animales, ya que después de una noche lluviosa los animales saldrían a secarse al sol de la mañana. Tras un ligero desayuno a las 5:30 de la mañana, salimos hacia la playa donde nos esperaban nuestros amigos catalanes y nuestro guía Roy, un biólogo marino que lleva cinco años trabajando como guía en la reserva de Corcovado.

Salimos en lancha sobre las 6:00 de la mañana, para llegar lo antes posible a Sirena, así que tras las presentaciones, la lancha puso rumbo a Sirena a toda velocidad. El trayecto es muy bonito y puedes darte cuenta de lo grande que es este Parque Nacional, durante la hora y media que dura el trayecto. Pasamos por la playa de San Josecito, que es una de las playas más bonitas y que se puede visitar desde nuestro hotel, tras una caminata de tres horas. Durante el viaje en barca, como es difícil mantener una conversación por el ruido del motor, vamos observando el horizonte por si aparece alguna ballena pero no tuvimos suerte. Aunque sí vimos algún delfín y una tortuga lora, que al subir a respirar se dejan ver en la superficie.

Al llegar a la playa de Sirena, otra vez toca desembarco tipo “salta y corre para que no te pille la ola” y acabes mojado hasta la cintura. Pero esta vez Esther se tropieza y acaba mojada algo más que la cintura. Así son estas cosas, lo importante es no hacerse daño, porque el agua solo moja. Y como estamos en una de las zonas más lluviosas de Costa Rica, tarde o temprano acabas calado hasta los huesos. Después del desembarco y tras colocarnos las botas de agua y las mochilas empezamos la caminata con el fin de ver el mayor número de animales posible. Para esto, contamos con Roy y su ayudante que tienen el ojo muy bien entrenado y no sólo el ojo, sino que también, el oído. Esta gente es capaz de reconocer infinidad de sonidos de animales, así que al parecer estamos en buenas manos. Sirena es una zona de bosque secundario, esto quiere decir que, anteriormente fue talado por el hombre y actualmente la vegetación no es tan densa como en un bosque primario, lo que permite ver animales con mayor facilidad.

Nada mas empezar a caminar por el sendero nos encontramos un grupo de monos ardilla o Titi que estaban comiendo tranquilamente entre las ramas de los árboles y que se acercan bastante a donde estamos nosotros. ¡Es increíble lo cerca que pueden estar sin que se asusten de nosotros! Esta especie de mono es la mas pequeña de los que hemos visto y sólo se encuentra en Corcovado.

Seguimos el sendero y continuamos viendo especies diferentes de monos, araña y cariblanca que juegan y se alimentan en las copas de los árboles. El sendero nos lleva hasta la desembocadura de un río, donde Roy ha escuchado a los tucanes y cuando llegamos los vemos volar de árbol en árbol. Roy nos explica que suelen desplazarse en grupo y se dedican a saquear nidos de otras aves matando a sus poyuelos para alimentarse. Así que nuestra imagen del tucán cambia un poco al saber que es bastante dañino para el resto de aves. Aún así, es un pájaro precioso y todos nos quedamos con la boca abierta cuando lo vemos por primera vez.

Dejamos el río, volviendo al sendero para dirigirnos a la estación Sirena, donde nos refrescaremos y podremos ir al baño. Por el camino pudimos viendo un hongo velo de novia, alguna araña hilo de oro acompañada de varios machos y como no, los ruidosos monos que nos van siguiendo por todo el sendero.

Al llegar a la estación, pasando por la pista de aterrizaje, nos tomamos un zumo y alguna fruta para reponer fuerzas. De camino nos hemos cruzado con un grupo que dice que han visto el tapir en la playa, pero Roy prefiere esperar a que salgan todos los grupos de la playa para no estresar al animal. Después de una parada de 20 minutos, seguimos el sendero que lleva a la playa y por el camino vemos al pájaro carpintero, un par de lechuzas que duermen en una rama y las preciosas lapas rojas (guacamayos) que se emparejan de por vida, lo que no les impide tener algún escarceo extramatrimonial.

La expectación aumenta conforme nos acercamos a la playa e incluso a Roy se le ve un poco nervioso. La danta o tapir es un animal nocturno y pasa el día dormitando en lugares frescos en la rivera del río y que evolutivamente se encuentra entre el hipopótamo y el caballo. Detrás de unas plantas que parecen aloes gigantes aparece tumbada una hembra de Tapir que no se percata de nuestra presencia. Uno a uno vamos pasando todo el grupo y cuando terminamos nos vamos a comer debajo de un gran árbol a la orilla del río. Todos estamos contentos a la vez que un poco cansados y hambrientos, así que abrimos las mochilas y sacamos los bocatas que nos habían preparado. Nos comemos solo uno, ya que el otro era de manteca de cacahuete, que a los americanos les debe encantar pero a nosotros no nos hace mucha gracia.

Poco antes de acabar con el bocata empiezan a sonar los truenos, que anuncian una inminente tormenta, por lo que Roy levanta el improvisado comedor y regresamos a paso ligero a la playa donde nos recogerá la lancha de vuelta a Bahía Drake. Ya en el sedero, empieza ha llover y la lluvia nos acompañara todo el camino de vuelta. En la lancha el aguacero arrecia y la vuelta con la lluvia y el frío, se hace muy larga. A pesar de llevar chubasquero acabamos empapados y por si fuera poco al llegar a la playa, el dueño del hotel el Mirador nos tiene esperando el coche 15 minutos bajo la lluvia, estando su hotel a pocos minutos de donde estábamos. Esta persona es la encargada de la excursión a Sirena que cuesta 85$ por persona y si quieren mejorar el servicio, como mínimo deben de ofrecer una comida decente, no un sándwich empapado en una salsa que acaba mojando el pan, y preocuparse un poco de sus clientes ofreciéndoles refugio cuando esta diluviando y el coche no aparece. Sobre todo si su hotel está a menos de cinco minutos.

Llegamos a nuestro hotel sobre las 15:00 y después de una ducha caliente nos relajamos el resto de la tarde en la terracita del comedor de Finca Maresía. Tumbados en hamacas, con una cervecita y observando a los pájaros que vuelan de copa en copa al atardecer se pasa el tiempo sin darte cuenta.

Para cenar Juan nos había preparado unas estupendas albóndigas caseras, que si no fuera porque estamos en Costa Rica, pensaría que mi madre estaba en la cocina de lo buenas que estaban. Tras la cena, un poco de tertulia con los otros huéspedes y a la cama que mañana queremos ir de caminata por las playas cercanas.

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