martes, 17 de agosto de 2010

Día 16 – Reserva Nacional de Monteverde – P.N. Manuel Antonio 13/08/10

Si de algo nos sirvió la caminata nocturna del primer día en Monteverde fue para enterarnos de que en el hotel Sapo Dorado organizaban una excursión por la mañana para visitar la finca privada Sendero Tranquilo donde crecen los árboles del aguacatillo, alimento básico en la dieta del tan huidizo y difícil de ver, “ave del paraíso” o Quetzal. Así que, en cuanto nos enteramos nos apuntamos sin dudarlo a pesar de la dificultad que tiene poder ver a este precioso animal que en algunas culturas consideraban un Dios, y sus plumas solo las podían llevar los reyes en ocasiones especiales.

Nos pusimos en marcha sobre las 7:00 de la mañana y nos dirigimos a la fábrica de quesos donde habíamos quedado con Manolo, nuestro guía para la excursión. Después de las presentaciones nos subimos al coche y subimos por un camino paralelo a la fábrica hasta llegar a la finca del Sendero Tranquilo. Esta tenía una valla cerrada que Manolo abrió para que pudiéramos meter el coche y tras conducir unos 500m llegamos a una explanada elevada donde aparcamos el coche. Aquí nuestro guía nos hizo una pequeña introducción sobre lo que era bosque nuboso y como funcionaba la formación de nubes gracias al choque de aire caliente traído por los vientos aliseos y las corrientes frías del Pacifico que propiciaban la formación de nubes que las epifitas del bosque aprovechaban para recoger el agua. Esto hace que al caminar por el bosque caigan gotitas de agua, aunque en ese momento no llueva. Es un ecosistema extremadamente frágil y cualquier cambio, por pequeño que sea, afecta gravemente al bosque y por consiguiente a las especies que en el habitan. Y de ahí el gran interés que tiene la comunidad de la zona de Monteverde y Santa Elena por proteger el mayor número de áreas con bosque nuboso.

Después de la explicación, nos pusimos a observar y pudimos ver varios tucanes en las copas de los árboles y oír al pájaro Campana que emite un sonido muy característico, como el de una bocina. También vimos otras aves más pequeñas, pero ni rastro del Quetzal.

Andamos un poco más adentro por los senderos de la finca y el guía nos dijo que fuéramos muy despacio y callados por que nos acercábamos a un árbol de aguacatillo. Los guías son imprescindibles en este tipo de excursiones, ya que, tienen el ojo muy acostumbrado a ver todo tipo de animales entre la vegetación. Si no fuera por ellos resultaría muy difícil saber donde están las huidizas aves. Tuvimos bastante suerte, ya que, en el primer aguacatillo vimos un macho adulto y varias hembras, que después de un rato observándolos volaron a otro árbol más seguro lejos de nuestras miradas. En el siguiente grupo de árboles pudimos observar unos 5-6 ejemplares más, así que nos sentimos muy satisfechos de haber conseguido ver al mítico quetzal.

Entre una cosa y otra se nos pasa el tiempo volando, observando a estos animales tan bellos, pero la visita no solo incluye ver Quetzales, y Manolo que es un entusiasta del bosque nuboso, también quiere enseñarnos un sendero que discurre por el bosque y que él utiliza para hacer las caminatas nocturnas. En el sendero vemos un Higueron extrangulador y Manolo nos explica la curiosa forma que esta planta tiene para polinizar sus flores, que están dentro de su fruto y por medio de una avispa especializada en este fruto consigue una simbiosis perfecta entre la planta y el animal. La avispa entra por un pequeño orificio, pone sus huevos y muere en su interior y cuando nacen las avispas se comen parte del fruto y los restos de su madre y salen al exterior a buscar más frutos. Se nota que disfruta hablando del bosque y como él dice, se pasaría todo el día con nosotros, lástima que tengamos que irnos porque a las 12:00 hay que dejar la habitación del hotel. Por si alguien está interesado en hacer esta excursión puede contactar con el hotel Sapo Dorado (nos cobraron 20 $ por persona) o bien directamente con Manuel Solis en el tlfn: 2645 6036, el móvil 8703 4891 o por mail: manologuiame@gmail.com

Después de volver al camino donde vimos los Quetzales y comprobar que aún seguían por allí, conseguimos ver al pájaro campana que habíamos estado oyendo toda la mañana. Justo después comienza a llover y el tiempo se nos acaba, por lo que decidimos regresar al hotel para recoger las maletas y dejar la habitación.

Una vez todo recogido, emprendemos el camino hacia Manuel Antonio. Esta vez salimos de Monteverde por la carretera contraría a la que entramos en dirección a San José y nos encontramos una pista en mejores condiciones que la de subida y que nos mantendrá entretenidos con los baches y botes durante unos 15 km.

Al llegar a Guacimal aparece el asfalto y podemos seguir nuestro trayecto hasta Sardinal donde nos incorporamos a la carretera nacional nº1 que nos llevará hacia Puntarenas. Antes de llegar a Puntarenas, cogemos la carretera nº 27 en dirección a San José que es un autovía de peaje (la única que vimos en todo el viaje) y nos salimos por la salida a Jaco por la carretera nº 34 que está en muy buenas condiciones. Pronto descubrimos que toda esta infraestructura está destinada a que la clase pudiente de San José acceda a la playa los fines de semana y vacaciones, ya que al llegar a la costa de Jaco observamos que el desarrollo urbanístico y turístico es desmesurado si lo comparamos con la costa del caribe. Puedes ver edificios altos a pie de playa y carteles de inmobiliarias por todas partes y es una verdadera pena, ya que el resto del país está tan bien conservado!!

Al pasar Jaco decidimos parar a comer porque son cerca de las 15:00 y tras reponer fuerzas volvemos a la carretera hasta llegar a Quepos, la ciudad más cercana al Parque Nacional de Manuel Antonio al que nos dirigimos. De aquí, cogemos una carretera estrecha que serpentea paralela a la costa salvando los acantilados y que llegará al pueblo de Manuel Antonio donde se encuentra el hotel Vela Bar que esta a 200 m de la entrada al parque.

Llegamos a Manuel Antonio sobre las 17:00 y tras instalarnos en el hotel damos una vuelta por las animadas calles cercanas al hotel y nos tomamos dos cócteles tropicales aprovechando la famosa “happy hour” que todos los bares ofrecen al atardecer. Después nos vamos al restaurante del hotel a cenar y a la cama que el día ha sido muy largo y con muchas emociones.

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